de almohada un zapato

PorRafael Rincón (*)


Llueva, truene o relampaguee más de cuatro mil personas duermen todos los días y todas las noches en las calles del centro de Medellín. El 25% de ellos son niños y niñas.De tanto verlos se termina por creer que la indigencia es una opción de vida, un proyecto elegido, un destino y no un resultado de la pobreza. La indigencia se define como un “fenómeno” social, algo raro que aparece ante nuestros sentidos y que no tiene autores. La indigencia es propia de una sociedad desigual que no quiere culpas y esconde a los artífices de ella.Hay indigentes que duermen con un ojo cerrado y el otro abierto y con un zapato de almohada y el otro encaletado en la parte alta de una caja de teléfonos públicos, artimañas de seguridad nocturna que acostumbran para bajar el perfil, cuidarse, conciliar el sueño y no atraer ladrones. Una forma picaresca de espantar a los amigos de lo ajeno.Más que indigentes y “llevados” los eufemísticamente nombrados “habitantes de la calle” o “población en situación de calle” son una expresión de rebeldía no organizada contra las políticas de bienestar de un Estado comunitario que pretende desconocerlos, volverlos invisibles, disfrazarlos, lavarlos para que no le huelan maluco a los visitantes.Los “indigentes” son indicadores vivos del bajo impacto de una política social fundada en la asistencia. Ellos son una muestra estadística hedionda, graficada con cartones, pedazos publicitarios de pasacalles que se producen en las calles céntricas de las ciudades; ellos asquean a las sociedades de ornato, a las oficinas de turismo y a las fuerzas de policía.La diferencia entre una política pública social fundada en la solidaridad y una política pública fundada en la asistencia está en que la primera reconoce la dignidad de las personas y las trata como parte de todo el cuerpo social: la indigencia no es un problema de los indigentes. La segunda, la política de asistencia social, mira a los indigentes como almas que deben alcanzar el cielo y que se han apartado del Estado, de la iglesia y del mercado y que por lo tanto requieren ayuda espiritual y rehabilitación social y comercial.Los indigentes no exigen sus derechos todos pronuncian con ojos de ternero huérfano la frase humillante: “señor me va a colaborar”.Tomarse en serio el problema de quienes duermen en la calle es formular una política social fundada en la solidaridad, no en limosnas estatales ni particulares. Significa el desarrollo de una política de solidaridad para su ejercicio como deber y no como desprendimiento. Significa reconocer que hay responsables políticos y económicos de la situación de indigencia y que la indigencia es mucho más que una opción deliberada de vida.La indigencia exige una política social que empieza con el compromiso del Estado de no usar el presupuesto para dar limosnas y sí para priorizar en calidad y cantidad a los más necesitados con el gasto público social.Se necesita una intervención estatal fuerte –como aquella que hacen las comisiones de regulación de los servicios públicos domiciliarios– para impactar favorablemente a los más desaventajados. No será la mano invisible del mercado, ni el comportamiento filantrópico, ni el altruismo cívico el que hará la equidad. El Estado puede producir una legislación social para acabar con la indigencia, para que la paguen quienes la generan, de la misma manera que produce legislación para proteger a los empresarios del transporte prohibiendo injustamente las “moto-taxis”.El Estado debe reconocer que la indigencia no cayó del cielo, tiene unos responsables; y debe reconocer que no será el Espíritu Santo quien la va a remediar. El Estado colombiano está definido como Estado Social y tiene por lo tanto la obligación de actuar a favor de los más necesitados.No basta tampoco un contrato con una ONG empresarial para que los indigentes sean asistidos con dineros públicos y salvar el balance social de los más pudientes; los habitantes de la calle necesitan más gasto social por ejemplo que los programas de anorexia y bulimia porque son más necesitados y están más desgajados del cuerpo social.
Medellín, 20 de septiembre de 2006
publicado originalmente en: www.elyesquero.blogspot.com
(*) Director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad háBeas corpus

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