las gentes que viajan

Las gentes que viajan adquieren
una forma fragilísima de belleza.
Por algunas horas se transforman en algo
Singular, y viven agudamente;
descubren extraños sentimientos
que no sospechaban que pudieran
tenerse, y caminan como dichosos

(…)

He visto partir a las gentes,
y no estaban solas: se sumergían
en su larga noche de viaje,
llevando en su sangre la pureza
que dan las distancias y los adioses;
pobladas de bocas y de miradas,
se purificaban como si fueran
a entrar en un templo o en un combate.

Y he visto los regresos y llegadas, abrazos
de amor entre gentes que no se amaban;
pero, sin embargo, el amor lucía
en ellos, brillaba evidente.

Y los que regresan sin que nadie
los espere viven también; trajeron
una soledad más limpia, un tesoro
de pueblos hallados, de noches decubiertas.

(…)

Y los que regresan y los que parten
se confunden: todo llevan en ellos
una sensación de heroísmo,
una lumbre tenue que se funda
en su corazón, y se derrama
y enciende sus rostros atónitos,
poblados de pérdidas y esperanzas.


(Rubén Bonifaz Nuño – Veracruz)

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