estábamos desnudos en el sueño,
desnudos hasta las últimas y desesperadas consecuencias
defendimos el paraiso a dentelladas,
nadie debía expulsarnos, no podíamos perderlo,
negociamos con dios las condiciones
partiendo del axioma de que hablando se entiende la gente,
los caballeros, sobre todo,
sin necesidad de un mediador, ni de un intermediario,
sin necesidad de una excusa cualquiera,
hicimos el amor prescindiendo de la artera serpiente,
pero, desgraciadamente, siempre gana el más fuerte,
por ende, se repitió la historia
y todo se fue al diablo
cuando alguien prendió el foco
o llegó la mañana
a despertarme.
(fernando cazón vera - ecuador)